Doris Lessing. La foto está hecha, en su casa, en Londres, hace casi diez años, y apareció ayer ordenando papeles.
Fuí a hacerle una larga entrevista para TVE -una suerte-, y posamos en la escalera de la cocina de su casa que daba a ese jardín muy londinense, un poco selvático, por el que, nos contó, a veces se veía pasar algún zorro que llegaba a buscar por las basuras.
Nos sorprendió a todos, de esa mujer menuda, educada, algo distante, su resolución: la fuerza que transmitía en cada palabra, con cada movimiento, con cada uno de sus gestos, femeninos pero en cierto modo autoritarios.
Nos habló de su infancia, en Irán, de su padre, mutilado de guerra,y de su joven madre, que había sido enfermera, y que cuando se trasladaron a Rhodesia, a vivir a una granja, llevó con ella multitud de vestidos que nunca pudo ponerse, y con los que los niños acabaron jugando a los disfraces.
Recuerdo su manera de hablar, suave y precisa, y recuerdo que nos mostró esta foto, y el flequillo que llevaba. Se rió diciendo que era un corte de pelo muy de novelista de la época.
"Todas las escritoras, entonces, llevábamos el flequillo así", dijo. Y sonrió con una nostálgica coquetería mientras, a su lado, en un cojín, dormitaba un inmenso gato blanco y negro al que, no nos enteramos bien por qué, le faltaba una pata.
4 comentarios:
La verdad que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer superficial.
Lo dijo Virginia Woolf.
Tiene razón Woolf.
Besos
Me gusta tu blog Jesús, aunque pase por aquí sin dejar rastro. Me interesa.
Hoy casi he estado con Doris Lessing. Gracias.
Gracias a ti, Elena. Por tus visitas silenciosas. Y por las ruidosas.
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