Me encantó la película que mostraba a un grupo de jóvenes de pueblo a quienes la guerra marcaba, de uno u otro modo, para siempre.
Después vimos muchas otras películas e imágenes sobre las que prevalecen los bombardeos, el napalm, los helicópteros Huey verde oliva desembarcando soldados en la jungla, y los veteranos con sus guerreras desarrapadas, llenas de galones y medallas que arrojaban a los jardines del Capitolio, en Washington.
Veteranos de Vietnam |
Viene todo esto al caso porque he leído esta semana el libro de Tim O'Brien, Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, publicado por Anagrama. Un libro excepcional, duro y alucinado como posiblemente la propia guerra, en el que O'Brien narra sus experiencias como soldado y que comienza -de ahí el título- con la enumeración de lo que llevaban los soldados en combate: ropa caqui, un casco, un fusil, botas de jungla, fotos, repelente de insectos, cargadores, granadas, una mochila, una cantimplora, cartas envueltas en plástico, botes de aceite para engrasar las armas, una compresa, vendas, bengalas, minas, mapas, tabaco, emisoras de radio...
Me estremeció la historia del soldado que recoge un cachorro de una aldea, y lo lleva metido en la mochila hasta que, días más tarde, otro soldado lo ata a una mina claymore, activa la espoleta y lo hace estallar.
Increpado por sus compañeros, consciente súbitamente del horror que acaba de provocar, se se echa a llorar diciendo: "Bueno, tíos, sólo soy un muchacho".
Y me di cuenta, es verdad, de que a las guerras sólo mandan a muchachos. Siempre mandan a muchachos.
2 comentarios:
Siempre mandan a muchachos. Sólo lo entendemos cuando mandan a nuestros hijos.
¡¡que frase!!
Las guerras siempre son devastadoras, para vencedore y vencidos.
biquiños,
Publicar un comentario