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| Elías Moro Cuéllar | 
Coincidimos en Mérida, hace cuatro o cinco años, y desde entonces intercambiamos cartas y tesoros impresos, amistades y afectos comunes.
Hace tiempo, publicó un libro, Me acuerdo (Calambur, 2009), lleno de imágenes prodigiosas y sugerentes. Una memoria generacional, repleta de recuerdos compartidos, vibrantes.
"Me acuerdo de las cajas de zapatos donde              guardaba los gusanos de seda y su milagrosa metamorfosis.
Me acuerdo de las tapas del tambor Colón              y cómo jugábamos con ellas haciéndolas volar.
Me acuerdo de una tía abuela que              en los primeros años de la TV, con la vista fija en la pantalla,              murmuraba para sí, como entre dientes: `¿Y nos verán              ellos a nosotros?´."
En el mismo correo me enviaba esta foto de su biblioteca: libros cruzados, una linterna de petaca y unos prismáticos que compró de contrabando, hace casi treinta años, a un marinero ruso que, en Ferrol, vendía tabaco, radios, condones...
También me manda este poema, que se titula Biblioteca.
         philip roth me contó una vez el secreto de la muerte de su padre,
         jorge manrique me contó una vez el secreto de la muerte de su padre,
         raymond carver me contó una vez el secreto de la muerte de su padre
         llovía en parís un aguacero cuando césar nos dejaba,
         la palabra quinqué se asoma a la sima de agua de guillermo,
         comí cebollas y moluscos con el glotón de neruda,
         una infame turba entona cantos marineros en la pampa
         empuñando un sable bucanero, burt lancaster
         sigue burlándose de nosotros en la portada de un volumen,
         el mágico mestre habla con rafael acerca de los oficios del sueño,
         el rostro de lorca desaparece en cinco actos antes de que caiga el telón,
         robinson crusoe interroga a calvino acerca de la autoridad y los desastres,
         el exilio de hikmet sería otro poema de spoon river
         cuando faulkner pasea a caballo matándose lentamente con el whisky,
         los pájaros de marianne envejecen de tedio en las antillas de walcott,
         cien haikus le desvelan a kafka el secreto de los cerezos,
         y en los hospitales de ultramar un viejo gaviero,
         el que amó a ilona bajo la lluvia,
         desgrana monótono sus recuerdos de amor y de guerra
         mientras arden las pérdidas en otra patria,
         por una extraña paradoja, con frío de vivir,
         vidas minúsculas a salto de mata, animales
         melancólicos caminan hacia el lugar de la derrota,
         la memoria de la nieve avanza por la línea del horizonte
         como una antigua cometa en las manos de los muchachos,
         bajo el oscuro secreto de las cartas consulares,
         el libro de los venenos sobrevuela las poéticas
         siquiera en este refugio, por una oculta razón,
         en todos ellos están impresas mis huellas dactilares,
         uno cualquiera se acuesta conmigo todas las noches de mi vida
         como un epitafio vivo y sereno
         tres rosas amarillas se posan en la tumba de chéjov
         los perros ladran
         lo demás es silencio
Un gran tipo, Elías. Tiene un blog que se llama El juego de la taba. Y un sombrero.
Un gran tipo, Elías. Tiene un blog que se llama El juego de la taba. Y un sombrero.

 
4 comentarios:
Un gran tipo, sí. En toda la extensión de la palabra :-)
Y un poeta cercano y sensible, irónico y tierno. Da gusto encontrarse en el camino con alguien como él.
No sabes, Jesús, cuánto te agradezco esto.
Para mí es un honor tener amigos como tú.
Un gran abrazo.
El honor es mío, y no pienso compartirlo esta vez.
Gracias a ti.
Abrazo fuerte.
Y una voz espectacular y una belleza. Eso también lo tiene Elías.
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