El tiro con arco es, entre las cosas que hago, la que mayor curiosidad despierta con diferencia.
Me suelen preguntar por el arco, las flechas, la manera de empezar... Y me divierte pensar que, hace apenas un año, yo mismo habría formulado las mismas o parecidas preguntas.
Vamos por partes. Lo normal -y lo aconsejable- es empezar con un curso de iniciación. Hay muchos clubes que los imparten, y las distintas federaciones territoriales también los organizan.
Después, hay que comprarse un arco (conviene). El cuerpo, las palas, un carcaj y, al menos, media docena de flechas.
Las flechas, por cierto, se cortan a medida, dependiendo de la envergadura del tirador. Y cada arquero elige el color de las plumas. Las mías son naranjas.
Después, según se avanza en la técnica, se van añadiendo otros elementos: el visor, el estabilizador frontal, los laterales, el clicker que señala el momento en el que hay que soltar la flecha, el boton de presión...
Hasta que acabas pareciendo un sputnik.
Se tira a distintas distancias: 18, 30, 50, 70 y 90 metros y para cada una de ellas se ajusta el visor a una altura diferente.
Lo habtual es empezar tirando a distancias cortas e ir tirando cada vez más lejos, según se va adquiriendo pericia.
Muchas veces me preguntan cómo es posible acertar a una diana situada a setenta metros, y, con franqueza, es algo que yo también a menudo me pregunto.
Ser capaz de mecanizar los movimientos ayuda, desde luego, a que las flechas vayan siempre al mismo sitio.
Así que gran parte del entrenamiento consiste en repetir los distintos pasos una y otra vez, corrigiendo errores: se abre el arco, se apoya la mano de cuerda en la barbilla, se tira hacia atrás del codo y el hombro derecho hasta que salta el cliker, y se suelta la flecha llevando la mano hacia el oído. Ya hablé de la posición del tiro en otro post.
Y luego te acercas a ver el resultado.
El arco, con sus accesorios |
Aqui al lado, algunos de mis compañeros del club ARCUS: Victor, a la izquierda, y a continuación Pepe, Emilio y Ricardo.
Pepe, nuestro entrenador, tiene el número de licencia 003. Siempre bromeamos con el argumento de que la consiguió antes incluso que el mítico James Bond.
4 comentarios:
Es curioso lo que comentas de la reiteración de los pasos, porque en el aprendizaje artístico tradicional japonés, donde el concepto de originalidad no tenía la importancia que tiene en occidente desde el siglo XIX, la reiteración, la repetición incansable de los modelos, es fundamental para adquirir la maestría. Y así se consideran artes cosas que aquí ni de lejos lo serían: una forma de servir el té, una forma de arreglar las flores, una forma de tirar con arco...
Un saludo
Jesús, mi primera aproximación al arco y las flechas fue literaria. Mi padre tenía entre los libros de su humilde pero muy interesante biblioteca una edición en la colección Crisol de "El Arquero Verde", novelita policial de Edgar Wallace, que leí con fruición adolescente.
El carcaj -de incierta etimología- es una de las poquísimas y raras palabras que, en castellano, acaban en -j.
Por lo demás, ¿quién no se construyó en su infancia su propio arco con un par de flechas, para emular a Robin Hood, si no a los xious o a los apaches?
A partir de ahora, seguiremos con interés las lecciones del arquero Jesús "Buenaflecha", que allí donde pone el ojo...
Saludos y muchas dianas.
Gracias Urzay por tu comentario. Es curioso -y profundamente sabio- lo que cuentas de la filosofía oriental. Y esa manera artística de acercarse a las tareas más cotidianas ç
Un saludo.
Y sí, Miguel, hay un territorio de infancia ligado, por medio de lecturas, a la arquería.
Aunque en las peleas de indios y vaqueros, yo siempre quise ser el general Cúster.
Gracias.
Publicar un comentario