martes, 6 de marzo de 2012

Antonio Santos, árboles y sombreros

Le escribí, hace ya tiempo, el texto para el catálogo de una de sus exposiciones. Se titulaba Cinco veces Santos, y era un repaso por alguno de sus recuerdos: la primera caja de pinturas que le regalaron, de niño; su tía, la pintora Ángeles Santos; sus colecciones de monedas, o sellos que recuperaba de las cartas, metiéndolas en agua.

Me habló también de aquellos  veranos con su familia en Cadaqués, en los que recordaba, por ejemplo, haberse cruzado por la calle con el joven que había servido de modelo a Dalí para su Cristo. Un tipo de pelo largo, rizado, medio hippy, que vestía con una túnica clara, y al que sólo le faltaban los estigmas.


Siempre me han gustado los dibujos de Antonio, sus cuadros, sus personajes de rostros expresivos, un tanto ausentes, siempre, sus muñecos tallados en madera y sus esculturas.

Ésas que hace en mármol de Calatorao, negras como la tinta de calamar, suaves al tacto y de una emotiva, intrigante y amorosa candidez.













La semana pasada inauguró una exposición de sugerente título, Arte Degenerado, en la galería madrileña Ra del Rey, con su obra más reciente, repleta de imaginación, color y  sutileza, y esa mirada suya, locuaz y juguetona: paisajes, coches, casas, árboles y sombreros.




A la exposición ha llevado también unos broches, de pasta, hechos a mano -calaveras y caras- todos distintos. Y fue un gusto, al salir de la inauguración, ver que todos llevábamos uno en la solapa.


La exposición estará abierta hasta el 16 de marzo, y Antonio Santos tiene un blog que podéis ver AQUÍ.

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