El otro día, ordenando fotos, encontré ésta con Doris Lessing, hace casi diez años, cuando fui a entrevistarla para televisión.
Me impresionó la determinación, casi autoritaria, que transmitía en todos sus movimientos. El acento silbante de
su inglés, su mirada, curiosa y algo intimidatoria y una amabilidad con
la que parecía protegerse. Me sorprendieron las patas, cortadas, de
todos los sillones que quedaban a ras de suelo, casi, y su salón
repleto de cojines. En la foto estamos frente al jardín de su
casa, cerca de Londres. Un jardín abrupto, campestre y descuidado por el
que, a veces -me contó- se veía correr algún zorro.
Creo que todavía tengo esa cazadora.