jueves, 23 de febrero de 2012

Nuevo ex libris de Narro

José Narro (Barcelona, 1902 - Guadajalara, México, 1994) fue, sin duda, uno de los grandes ilustradores españoles del siglo pasado.Colaboró con decenas de revistas y editoriales y, tras la guerra, republicano convencido, huyó a Francia.
Tras permanecer recluído en un campo de concentración francés, a finales de los años cuarenta, y al no haber tenido responsabilidades políticas, decidió volver a Cataluña, donde colaboró intensamente con la editorial Juventud, para quienes dibujó decenas de cubiertas e ilustraciones.

Sin embargo, en 1950 emigró definitivamente a México, primero a D.F.y posteriormente a Guadalajara, donde continuó trabajando -se le consideró uno de los mejores dibujantes iberoamericanos- y donde murió en 1994.



En 2010 se publció en México un libro dedicado a él, El maestro Narro, que recorría su vida y su obra, y que sirvió para reivindicar su figura.


Hace tiempo, en una feria de libros y papel antiguo, encontré alguno de sus originales, y me hice con una pequeña, modesta, colección de dibujos y viñetas. Entre ellas, ésta de aquí arriba, con la que en su momento me planteé hacer un ex libris.

Y allí ha estado, durante años, guardada en una carpeta, hasta que dí con ella hace unos días y decidí recuperar la vieja idea de convertirla en un sello. Y con las letras que hace tiempo me regaló el también ilustrador, y amigo, Rafa Vivas hicimos ayer este precioso y expresivo ex libris, tan quijotesco.

Y me encanta la idea de que ese caballero, de yelmo y armadura, guantelete y afilada estocada, sea quien, de momento, proteja mis libros de vaya usted a saber de qué grandes, impensables amenazas.

domingo, 5 de febrero de 2012

Pintar del natural

Mi amigo Damián Flores. He hablado varias veces de él en este blog: de los ex libris que me regaló hace unos años; de su estudio, lleno siempre de sorpresas y prodigios y de la exposición que dedicó, hace unos meses a Le Corbusier en la galería Siboney, de Santander.

El otro día estuve en su estudio y me enamoré de unos paisajes que pintó del natural este verano, sobre tacos de madera de roble.


Son paisajes de un extraño sosiego, llenos de luz, pintados en Campezo, en Álava, sobre trozos de madera destinada a leña. Me costó elegir uno de ellos, y al final me decidí por ese, arriba, La Muela se llama, con algo de literaria evocación, de sugerencia. 


Me encantó, la nota de Damián en el hueco que dejaba, "Marchamalo lo tiene", y el cuadrito, esa noche, en uno de los estantes de mi casa, donde encajó como si siempre hubiera estado allí.
Y me encantó esa historia del ajo que -me contó Damián- frotaba en la madera un rato antes de pintar, para imprimarla.
No me resistí a la tentación de olerla, y sí, algo en ella olía a ajo. A verano. A mañana de sol, a caminata, temprano, por el campo, a viento, a bosque, a nubes de tormenta... Es lo que tiene, pintar del natural.