miércoles, 26 de octubre de 2011

Retrato con paraguas

Hace un par de años conocí en Zaragoza a Vicente Almazán, esupendo fotógrafo y hombre de infinitos saberes y amplias curiosidades, entre las que se cuenta últimamente la construcción de instrumentos musicales.

Acababa yo entonces de presentar un libro y me hizo esta fotografía en blanco y negro en la que aparezco flanqueado por media Julia, y medio Pepito, libreros y sobre todo amigos de la librería Antígona. 

Me encantó la foto y quedamos en que, cuando volviera a Zaragoza, le avisara con tiempo para hacerme un retrato.
Así que el otro día, cuando me invitó a su programa, Borradores, Antón Castro -un honor-  llamé a Vicente, y quedamos en el estudio de Jorge Gay.

Jorge Gay en su estudio

Jorge Gay fue el autor, en esta última edición, del cartel de la Feria del libro de Madrid, y siempre me han gustado sus imágenes sugerentes y decididamente evocadoras y llenas de una sutil poética.
Así que me encantó conocerle y ver su estudio remotamente blanco -el suelo, las paredes con restos de pintura- lleno de libros, mesas, estantes, botes, papeles, un sofá y un par de sillas junto a un ventanal abierto a un pequeño jardín con algo de frondoso.

Vicente Almazán 


Y por allí anduvimos con las fotos, eligiendo lugares y sonrisas, en el día en que ha habido menos luz en Zaragoza -gris plomizo, llovizna- desde antes del verano.

Jorge Gay, Almazán y Ángel Artal

Una mañana definitivamente inolvidable. Y unas fotos de Vicente Almazán a la altura de su propia leyenda, como ésta con un paraguas, un poco japonesa, que acaba de mandarme.


Foto: Vicente Almazán

También es suya esta otra de más abajo, con Antón Castro. A la derecha, Antón y Vicente un minuto después.




Vicente Almazán tiene un blog de fotografía que se llama Mis adarmes.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Misterios de los libros

Acaba de terminar la Feria del libro antiguo de Madrid, y este año he tenido la suerte de dar con un par de joyas.
Siempre me gusta en los libros, encontrar ese rastro sutil de otros lectores: viejas entradas de cine o billetes de metro o autobús, subrayados y notas, comentarios, papeles con dibujos o con teléfonos que no sabemos de quién son... Una vez, encontré el negativo de una fotografía, y otra, el informe de un electrocardiograma que, afortunadamente para el desconocido propietario, decía que era normal.

Esta vez, comenzaba contando, he encontrado un par de libros apecibles. El de arriba; una edición de Sonata de invierno, de Valle-Inclán que tiene esa firma escrita en la portadilla; Juan Gil-Albert y Simón.
Nunca uno sabe cómo los libros de una biblioteca particular -que avatares, qué caminos insólitos- acaban en una librería de viejo.
Nunca se sabe, pero ahora ese libro e Gil-Albert, ése viejo ejemplar en el que leyó a Valle-Inclán, está en mi biblioteca, y es el mismo en el que ahora, con su firma, puedo también  leerlo yo.

Otro de los libros que he comprado es un ejmplar de Antología Poética, de Luis Cernuda, publicado en Alianza en 2002.

Me llamó la atención esa especie de extraño, inquietante crucigrama, que tiene dibujado en una de sus páginas.
No sé qué es lo que puede significar. Ni si en realidad significa algo, más allá de una disposición caprichosa de letras quizá con una voluntad únicamente estética. Me llaman la atención las uve dobles, las eñes, y las equis. Aparecen en una proporción que no se corresponde, creo, con la frecuenca con que las utilizamos en español. Sin embargo sólo he contado cuatro aes.
Si alguien consigue interpretarlo, me encantará saber qué significa.

Dibujo a bolígrafo en Antología Poética, de Cernuda.

Y el último tesoro, es éste libro de Enrique Vila-Matas, Lejos de Veracruz, publicado en Alianza, con una dedicatoria autógrafa del propio Vila-Matas, y uno de sus inconfundibles dibujos: un personaje con sombrero y gabardina que, la mayor parte de las veces, es él mismo.
No sé quién puedan ser ese Domenec y esa Dorothea, ni por qué se deshicieron del libro, o lo perdieron. Son esas historias misteriosas, la mayor parte de ellas fabuladas, siquiera imaginadas, de los libros de viejo.

Una feria con suerte, desde luego.

sábado, 15 de octubre de 2011

Toccare i libri.

La editorial Ponte alle Grazie acaba de publicar la versión italiana de Tocar los libros, con un precioso subtítulo: "Una passeggiata romantica e sensuale tra le pagine".

Acabo de responder un cuestionario quee me ha enviado la revista GQ, y que publicarán en su próximo número en Italia.

¿Piensa que la experiencia lectora en un libro - el tacto, el olfato-, se perderá con la llegada del libro electrónico?
Sí, soy un antiguo. Creo que en los libros quedan atrapados recuerdos que tienen que ver con la lectura:  anotaciones, viejas entradas de cine, billetes, papelitos con teléfonos, arena de la playa, una foto,  o la ceniza de un cigarrillo.... Y todo eso, si los e-readers siguen siendo como son hasta ahora, desaparecerá.

¿Ha intentado leer en un e-book? ¿Cómo le fue? 
Vi uno hace tiempo, sí. Un Kindle. Me pareció curioso. Y muy gris. La letra y, sobre todo, el color de la pantalla, eran grises.    

¿Desparecerán algún día los libros en papel?
Siempre que aparece una nueva tecnología (el libro tal y como lo conocemos también fue en su momento una innovación tecnológica) parece que debe llevar aparejada la desaparición inminente de la anterior. La fotografía tendría que  haber acabado con la pintura; el avión con el ferrocarril; el helicóptero con el coche; la televisión con el cine... Mi opinion es que el libro en papel y el e-book convivirán. Y que los lectores elegirán, según que contenidos, leerlos en papel o en la pantalla. En todo caso, creo que hay una obsesión por crear una frontera insalvable entre nuevos y viejos soportes, cuando lo importante es la literatura. Es como ir a una cata de vino, y acabar discutiendo todo el tiempo sobre el embotellado.  

¿Ha leído todos los libros que tiene en su biblioteca?
Por supuesto que no. En mi biblioteca hay libros que he leído, libros que no he leído, libros que he leído y releído, libros que no debería haber leído, libros que cuento con leer y que probablemente nunca lea... Es decir, lo normal. Las biblitotecas no sólo se nutren de nuestras lecturas, sino de nuestas aspiraciones y fracasos, esperanzas y renuncias lectoras. De ahí que hablen tanto de nosotros.
 

Decía Umberto Eco que hay libros que hay que leer y libros que hay que tener. ¿Cuáles son a su juicio unos y otros?  
Es complicado porque cada lector considerará necesarios libros que a otros lectores les resultarán absolutamente prescindibles. Y eso es bueno. Jamás una campaña publicitaria garantiza que un libro se venda. El que un autor venda miles de ejemplares de un título no significa que su sigiente libro vaya a contar con la aceptación del público. Que un título funcione en un país no garantiza que venda en otro... Al final, la última palabra la tiene el lector, y eso es maravilloso.

¿Ha perdido alguna vez un libro iremplazable?
Ahora mismo pienso en dos o tres libros que presté y que nunca me devolvieron. Cada vez me importa menos  prestar libros a amigos porque, aunque no los devuelvan, sé que los tienen y dónde están. Es como si mi propia biblioteca se extendiera también por sus casas, y contar con ese espacio adicional en casas de amigos tampoco viene mal. Me molesta, eso sí,  prestar, y sobre todo haber prestado libros a gente que no eran amigos míos, compañeros ocasionales de trabajo, o de clase,  a quienes dejé libros y a quienes no he vuelto a ver. Y recuerdo aquellos libros perdidos con la nostalgia de la pérdida innecesaria.

¿Cuántos libros lee al mes?
Depende, mi trabajo me obliga  a leer de una manera bastante particular. Hablo de libros, cada semana, en un programa de Radio Nacional de España. A veces estoy, al tiempo, escribiendo una reseña para alguna revista, y leyendo algún otro libro por pura apetecencia. Y no soy rápido leyendo. Así que no sabría qué decir. La verdad es que siempre voy con un libro a todas partes.

¿Ha leído completo el Ulises de Joyce, Doctor Faustus o La Divina Comedia? 
Todo el Ulises, no. E hice varios intentos, hace años. Sin embargo me interesa mucho Joyce y su figura literaria. Y tampoco Doctor Faustus. La  Divina Comedia la leí, no hace mucho, en una edición ilustrada por Miquel Barceló. De todos modos nunca he sido muy partidario de la lectura del sufrimiento. Hay libros, sí, que son más difíciles que otros, y exigen una atención y una dedicación especiales por parte del lector, pero nunca he sido partidario de la lectura flagelante. Creo que hay un momento para leer cada libro, y a veces hay que saber esperar.

Entre un libro de Hemingway y uno de Calvino, ¿cual dejaría en la librería?
Qué complicada elección. Depende de qué libro en particular. Me encantó El barón rampante, por ejemplo, fue para mí deslumbrante, creo que sería capaz de recordar de memoria las primeras líneas. Pero también recuerdo la lectura de El viejo y el mar, y Adiós a las armas.
Tal vez me comprara Calvino, pero dejaría escondido en la librería (no es la primera vez
que lo hago) el libro de Hemingway, para volver a encontrarlo otro día.

Si tuviera que escribir una dedicatoria en su libro para esta revista, ¿qué nos pondría?
Los escritores acabamos teniendo una serie de trucos o “perchas” para firmar dedicatorias, sobre todo los que no somos todo el tiempo ocurrentes.  Por ejemplo, en “Tocar los libros” he escrito muchas veces: “Para GQ, éste libro para tocar. ¡Te tocó!”, y dibujo un sombrero.
La calidad de mis sombreros dibujados es una leyenda. 



jueves, 13 de octubre de 2011

Encuentro digital en RTVE

El viernes pasado mantuve un encuentro digital en RTVE, sobre Donde se guardan los libros, el libro que acabo de publicar en Siruela dedicado a bibliotecas de escritores.
Me gustan los encuentros digitales, porque a la espontaneidad de las preguntas  se une la reflexión que exige el hecho de tener que escribir las respuestas.
Contesté, creo, veinticinco en poco más de una hora.
Lo mismo os divierte verlo.
Se accede pulsando AQUÍ.

lunes, 10 de octubre de 2011

Primeras reseñas de Donde se guardan los libros

Autorretrato con libros y lupa 
Donde se guardan los libros (Siruela) lleva apenas un par de semanas en las librerías, y ya han aparecido las primeras reseñas.
Alberto Ojeda se ocupa de él en El cultural de El Mundo bajo el  título El inspector de bibliotecas. Una ocurrencia de Antonio Gamoneda quien, tras visitar su biblioteca me dedicó uno de sus libros con ese apelativo, el inspector. 

También dedica al libro un amplio reportaje Verónica Viñas en el Diario de León, bajo el título, de nuevo,  Un inspector en la biblioteca de Gamoneda.

 Javier Marías, por Gorka Lejarcegi
Y Tereixa Constela en El País, quien el lunes pasado publicó un artículo titulado Un gran autor, una gran biblioteca  en el que habla de aquella de Mario Vargas Llosa, comida por la polilla, en Lima; de la de Enrique Vila-Matas, arrojada heroicamente a un contenedor en plena noche; o la de Soledad Puértolas, siempre amenazada por el apetito de su perra Lura, voraz devoradora de libros, y no precisamente en el sentido metafórico de la palabra.

Del libro se ha hablado en varios blogs, entre ellos, en La vida entre llibres, o en el Diari de un llibre vell, éste en catalán.

El equipo de Página 2 en la blblioteca de Andrés Trapiello
La semana pasada estuve grabando un reportaje para el programa de La 2, Página 2, que lo emitirá próximamente, y con quienes recorrí alguna de las bibliotecas de los autores que aparecen en el libro: Andrés Trapiello, José María Merino, Clara Sánchez... Y también acudí al plató de La aventura del saber, de TVE, a grabar una entrevista que se emitirá ésta semana.


Y ya para terminar, el Magazine de El Mundo le dedicó un amplio reportaje, con texto de Azucena Sánchez y fotos de Chema Conesa, y la cadena SER un espacio de su Club de lectura, en A vivir que son dos días, con Montserrat Domínguez, que puede escucharse AQUÍ.


Gracias a todos