lunes, 30 de mayo de 2011

Blixen y Pablo Gallo

Ramones, por Pablo Gallo
El otro día me escribió el pintor y dibujante Pablo Gallo para invitarme a participar en un proyecto.
Hace tiempo que vi su trabajo en el blog de mi amigo Antón Castro, y me parecieron estupendos sus retratos de escritores. Como éste, "Ramones", en el que nos presenta a Gómez de la Serna, Valle Inclán y Juan Ramón Jiménez, los tres ramones, vestidos de roqueros o, abajo, el de Augusto Monterroso.

Me decía Pablo Gallo en el mensaje que no tendría que escribir una línea, y le respondí que es la primera vez, tal vez la segunda, en que me invitan a participar en algo que no implica, necesariamente, escribir.

El proyecto, en el que participan un centenar de escritores, y que se titulará Disecciones, consiste en elegir una frase de un escritor que, después, Gallo ilustrará utilizando distintas técnicas y soportes.

Lo primero que he pensado ha sido en Wilde, y esa frase suya que siempre me ha gustado: "Hoy he pasado el día corrigiendo un poema, por la mañana he puesto una coma, y por la tarde la que quitado". Pero Wilde ya estaba ocupado


Así que he buscado por ahí, y al final me he decidido por la baronesa Blixen, la excéntrica y cautivadora autora de Memorias de África, que me ha dejado seducido con ésta: "La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas, el mar".
Este de abajo es el retrato que nos ha hecho a Blixen y a mí, mirándonos el uno al otro de reojo. Me encanta.



El trabajo de Pablo Gallo puede verse AQUI.

jueves, 26 de mayo de 2011

Donde se guardan los libros


Donde se guardan los libros es el título del libro que me publicará Siruela el próximo otoño.
El libro habla de las bibliotecas de una veintena de escritores, y el título tiene que ver con una frase del capitán Richard F. Burton -exporador y viajero infatigable-, que decía que el hogar es el lugar donde se guardan los libros.
Esta mañana he estado en la editorial, y me han enseñado la cubierta. Un mosacico con detalles de algunas de las fotografías que se incluyen en el libro. Y en primer plano, silueteada, la máquina de escribir y papeles de Juan Eduardo Zúñiga.

Y recuerdo, cuando estuve en su casa, esa máquina, sobre la mesa, al lado de un puñado de bolígrafos y lápices, unas gafas, un periódico y el manuscrito en el que trabajaba en ese momento.

Hace un par de semanas leí, por cierto, que había cerrado una de las dos únicas fábricas que quedaban en el mundo de máquinas de escribir.
Dentro de nada, nos va a quedar sólo la de Zúñiga.

martes, 24 de mayo de 2011

La semana de los indignados. En Sol

Carteles en la salida del metro de Sol
Me ha encantado, esta semana pasada, acercarme a la Puerta del Sol con los indignados. Y me ha encantado ver lo jóvenes que son, la contundencia seductora de sus argumentos, su resistencia a la resignación, y ese mundo suyo de megáfonos, asambleas, eslóganes, pancantas y utopías. Una auténtica lección de civismo y democracia.

Me gustó, entre otros muchos, ése cartel que decía: "Sin curro, sin casa, sin pensión, sin miedo".


Recogida de firmas de apoyo al movimiento
Mucha curiosidad, muchas preguntas
El campamento. Con enfermería, guardería, biblioteca...
Personas leyendo periódicos en la biblioteca
Carteles con eslóganes
Asamblea multitudinaria el domingo por la mañana

viernes, 13 de mayo de 2011

Cubierta de Cortázar y los libros

Esta semana, Silvano Gozzer, el diseñador de Fórcola, nos ha enviado la cubierta de Cortázar y los libros.
Tuvo clara, desde el principio, la idea de los lomos, de modo que hicimos una selección de algunos de los que se citan en el texto -Ulises, de Joyce; Estravagario, de Neruda, Locus Solus, de Roussel-, cuidando de que su tamaño y color fuera visualmente atractivo. 

Y creo que el resultado es inmejorable. Máxime cuando de la cubierta, salvo el 'sello' con el título, se ha eliminado todo lo demás. No hay texto en la contra, ni biografía del autor, ni índice de titulos publicados.

Así que es posible desplegarla por completo, incluso las solapas, como si fuera en realidad una balda de la biblioteca: Conrad, Salinas, Carroll, Yourcenar, Keats, Breton...
Una cubierta llamativa y sugerente.
Estamos deseando verla ya impresa  



(Las fotos se amplían pulsando sobre ellas)

Escritores que fuman

Cubierta de Viaje a Vasconcelos
Mi amigo Germán Úcar me llamó hace unos meses para pedirme un texto.
Le habían concedido un premio de edición, y pensaba compartirlo con sus clientes con un librito que me invitó a firmar.
El resultado es Viaje a Vaconcelos, consideraciones sobre la lectura, los libros y el arte de fumar, que saldrá en un par de semanas en una edición limitada para amigos.
Ayer recibí las primeras pruebas. Y releí la historia de Mijaíl Bajtin, un escritor ruso a quien Stalin condenó a un campo de trabajo, en Siberia.

Allí, durante su cautiverio, debió conformarse con fumar hierbas silvestres que él mismo recogía, y secaba, y que después liaba en las páginas de papel cebolla de un ensayo sobre Goethe que había escrito y que estaba corrigiendo.
Pasó los años fumándose hoja a hoja el manuscrito, en la seguridad de que había otra copia que había guardado en Moscú y que, al final, también se había perdido.
De modo que aquel libro, inconcluso, se marchó para siempre con el humo.

Hace unos meses publiqué, en este mismo blog, un artículo sobre tabaco y literatura, que se titulaba Sólo para fumadores donde hablaba de Faulkner, Conrad, Lispector, Camus, Onetti, Twain, y su vinculación con el humo. 
El humo, denso, poblado de la pipa, tan literaria siempre; el humo del cigarrillo, hipnótico y cortante, y el humo generoso, opíparo y casi nutritivo de los cigarros puros. Como los que fumaba Lezama, allí en la Habana, en su piso de la calle Trocadero, salpicado de nombres y adjetivos.



   

domingo, 1 de mayo de 2011

El fotógrafo de Praga

Debía resultar una figura imponente, algo irreal, fantasmagórica, con su abrigo oscuro o un capote militar, a veces, caminando por la brumosa Praga, con la cámara al hombro. Una antigua Kodak de caja de madera, cuyo trípode utilizaba como contrapeso, sujetándolo con su único brazo.
Durante la Gran Guerra, la explosión de una granada en el frente italiano, en julio de 1916, le amputó el brazo derecho. Así, cuando volvió a casa, debió dejar su trabajo como encuadernador y la fotografía, a la que se había dedicado como afición, se convirtió en su oficio.


Durante años, recorrió las calles con su cámara, captando imágenes de la ciudad, "El fotógrafo de Praga", lo llamaban.

Pero durante la ocupación nazi, se encerró en su estudio, apenas un cobertizo de madera donde fotografiaba naturalezas muertas -flores, vasos, botellas-, o las vistas a través de la ventana de su estudio: la rama de un manzano, las fachadas de los edificios colindantes, una nevada...
El caminante se convirtió en un paseante interior, en un observador de lo cotidiano, que fotografiaba de forma obsesiva, desde distintos puntos de vista, o utilizando distintas iluminaciones.


Cuando murió, el estudio donde trabajaba quedó abandonado, y gran parte del material -papeles, fotografías, libros- se perdieron en un incendio.
Siempre me gustó esa foto suya: un florero con rosas casi marchitas junto a una caracola, ante el cristal empañado, cruzado verticalmente por las gotas, de su estudio.


Ventana del estudio de Josef Sudek, en Praga