viernes, 24 de diciembre de 2010

El sitio donde trabajo


Esto es lo que veo mientras escribo. Un universo desordenado de papeles y pequeños ex-votos: una foto de Walser, otra de Baudelaire, otra de Kafka. Mi premio Miguel Delibes, un fósil, sellos, piedras, diccionarios y una caja con celo, gomas de borrar, grapas, que nunca consigo encontrar cuando las necesito. En medio, en la pared, mi nuevo Ex libris enmarcado. Desde ayer.

Puerta en el muro

Hay un cuento de H.G.Wells, La puerta del muro, en el que cuenta la historia de un niño que, cada mañana, camino del colegio, pasa por delante de un muro en el que hay una puerta que siempre está cerrada.
A menudo se pregunta qué habrá detrás. Dónde conducirá.

Un día, ve la puerta está entreabierta y, empujando, por la rendija, se asoma al interior: un inmenso jardín y la escalinata, al fondo, que conducen a un viejo caserón.
Quiere entrar pero tiene prisa (llega tarde al colegio) y tiene que marcharse. Pero corriendo apurado se pregunta si volverá encontrar algún día aquella puerta abierta. Y si conducirá a ese mismo jardín. 

Cada año, por navidades, preparo un regalo especial para amigos. Hace un par de meses le propuse a Pedro Núñez que se encargara de la sorpresa navideña de este año, y me planteó hacer Puerta en el muro.

Cincuenta obras originales, firmadas y numeradas, realizadas en papel Caballo de 250 gramos.

Cincuenta puertas -figuras, arquitecturas, formas-, que muestran que aunque la puerta volvió a abrirse en el muro, ya nunca volvió a dar al mismo sitio.


                                                        Abajo pueden verse las cincuenta obras que componen el proyecto. Un lujo, Pedro Núñez, y sus puertas.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Papel y tijera

Estuve anteayer en casa de Pedro Núñez, con quien preparo un proyecto, y me encantó ese mundo suyo de papeles plegados, y cortados.

Conocí su trabajo hace cinco o séis años, y siempre me ha parecido sugestiva esa capacidad suya para crear esculturas en papel.
Obras que transmiten la solidez de las arquitecturas, y la certeza al tiempo de su fragilidad.

Tuve ocasión de ver las cosas en las que está trabajando: móviles, desplegables, figuras, trampantojos..


Preparamos, como contaba, un proyecto que se titulará Puerta en el muro: cincuenta originales  basados en un cuento de H. G. Wells.
Las fotos son distintos rincones de su casa: mesas, puertas, estantes... Un lugar extrañamente lleno de prodigios.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Paisajes desde el coche

Siempre suelo viajar de copiloto. El hecho de que no tenga carné de conducir hace que no haya dudas al respecto. Así que me encargo del aire acondicionado, la selección musical, y me bajo siempre en las gasolineras cuando hay que repostar. Actividades, todas ellas, que no precisan titulación mas allá de las habilidades naturales.

También acostumbro a hacer fotografías desde la ventanilla. Me gusta ese paisaje, difuso, accidental, que delimitan los arcenes. Esos lugares en los que uno nunca para y que son como tierra de nadie.

Árboles y postes de la luz, tierras labradas y caminos que no se sabe bien dónde conducen. Piedras, casas abandonadas, naves con los cristales rotos, hierros, óxido, herrumbre...
Paisajes que se acercan, borrosos, a lo lejos, como barcos fantasmas, y que desaparecen un segundo más tarde, y que salen movidos en las fotos.

Me sorprendió el otro día el atardecer, de vuelta a casa.El derroche de colores -grises, ocres, azules-, los cielos y las nubes, y los hilos de luz, velados, prodigiosos, con algo de superproducción hollywoodiense, un poco a lo Cecil B. DeMille.


¿El árbol de arriba, por cierto, no es el de Lo que el viento se llevó?


jueves, 2 de diciembre de 2010

Maestro Urberuaga

Cada año, desde hace ya algunos, cambio de Ex libris, una excentricidad confesable, codiciosa, de la que hablé aquí mismo hace algunas semanas. Así que a primeros de diciembre empiezo con el runrún de las llamadas.
Este año, hablé con Emilio Urberuaga, tipo talentoso, excepcional conversador, caminante entusiasta y generoso amigo que no sólo aceptó gustoso encargarse del Ex Libris, sino que con su legendaria puntualidad británica me hizo llegar el dibujo original hace unos días.

Dos cocodrilos, uno sonriente y otro triste, como la vida misma, mirando en distinta dirección con las patas metidas en el agua.


Siempre he envidiado, de Urberuaga, su dandismo sin impostura, sus pañuelos al cuello, sus artes natatorias -va a la piscina casi tanto como Marsé- y esa habilidad suya para liar cigarrillos, finos y distinguidos, como ingleses.

Cubierta para F. Coloane
Me encantó conocerle, hace tres o cuatro veranos, en los encuentros de Arenas de San Pedro, una tarde en que acabó con el coche en la cuneta.
Desde entonces quedamos a comer de vez en cuando, y a dar unas unas largas caminatas, que le dejo ganar.
Así que estamos encantados, esta vez, todos los marchamalos y, a lo que parece, encantados también todos los cocodrilos.
Que, por cierto, y para general tranquilidad, me ha asegurado que no muerden.
¡Qué suerte!

Ilustración para Manolito Gafotas



Cubierta de Discurso del oso